44000 Kilómetros



Viajar es imprescindible y la sed de viaje, un síntoma neto de inteligencia.
Enrique Jardiel Poncela (1901-1952) Escritor español.

En un año casi 50000 kilómetros, cientos de peajes, un cantidad importante de cargas de combustible, cientos de paradas en estaciones de servicio, varias veces con lluvia, otras tantas con sol, de noche a la tardecomiendocasidurmiendo. Con la velocidad las distancias entre letras disminuyen pero siguen siendo palabras.
365 días en los que aprendí a que el viaje cumple un papel muy especial en nuestras mentes, no sé si acomoda o desacomoda. Más bien, creo que cumple una función de mostrador de ideas, de nudos emocionales e intelectuales que van pasando y mostrando que están ahí. La mayoría de esos kilómetros los hice solo, con lo cual esa función de hacer emerger lo que en apariencia no existe fue más fuerte. En Bs. As., quizás por el trajín diario, más que mi cabeza me lastimé mucho mi estómago y mis mandíbulas al presionarlas de bronca por la violencia en la calle, en cada esquina, el no respeto por el otro.
Doce meses que me mostraron que por más que vayas acompañado, el que está al volante, aunque puede recibir recomendaciones, es el último que toma las decisiones sobre cómo manejar, cómo sobrellevar los mil veces cincuenta kilómetros recorridos. Ahora toca el cambio de correa de distribución, una posta, un silencio en el transcurrir para re interpretar lo que se hizo, un mirar atrás no con nostalgia sino con ansias de aprender sobre lo que se hizo y lo que no. 
Por otro lado, no es menos cierto que muchas veces aunque tenemos un objetivo definido el mismo puede cambiar, no sólo en el pasar de los años, a veces en el pasar de los días. 
Se preguntarán por qué la rosa de los vientos, bueno, piensen que he manejado en casi todas las direcciones, no sé si en todas, pero casi. Ahora, hagan este ejercicio, miren la rosa, sin tratar de enfocarse en un destino particular, van a encontrar la sorpresa de que desde el momento en el que empiezan a pensar hacia dónde ir la rosa parece moverse. Les digo, con toda certeza, que es lo que le pasa a uno, y no sólo en la planificación de un viaje sino también en los cabos sueltos del bocho, que todos llevamos.
Alguien, en algún momento, sobre no sé qué tema me había comentado que para hacer un viaje, para irse de su lugar uno tiene que estar preparado. Ahora, ¿quién está preparado? ¿quién sabe si está no preparado?. 
Entonces, lo que queda es aceptar que la vida fluye como un río, y las situaciones se van dando, las decisiones se van tomando y el curso del mismo se va trazando, sin esquemas predeterminados. Y ante el miedo de lo que vendrá tenemos que correrlo a un costado agarrar la rosa, poner clara la mente, asegurarnos el cinturon, mirarla y emprender un viaje.

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